El origen del DISC es claro, sus usos están más que comprobados, especialmente en procesos de selección de personal.
Algunos lo catalogan como una herramienta antigua. Para mí, en cambio, ha sido todo un universo de comprensión sobre el comportamiento humano y los múltiples roles que ejercemos —sean personales o profesionales.
¿Mito o realidad?
Uno de los mitos más comunes sobre el DISC es creer que sirve únicamente para selección de personal.
Otro error frecuente es encasillar a las personas en un solo temperamento, limitando su posibilidad de evolución.
Algo que he integrado en mi metodología DISC/HOPE es justamente lo contrario: el temperamento no es una cárcel, es un punto de partida.
El ser humano tiene la capacidad de desarrollar el carácter necesario para hacer evolucionar su temperamento cada día.
Temperamento y carácter van de la mano.
Un viaje que trasciende siglos
Si vamos al origen profundo del estudio de los temperamentos, viajamos más allá del siglo XX y llegamos a Hipócrates, alrededor del año 460 a.C.
Hipócrates propuso la teoría de los cuatro humores, asociando cada fluido corporal a un temperamento.
Mucho tiempo después, en 1928, William Moulton Marston presentó el modelo teórico DISC en su obra Emotions of Normal People, sentando las bases para comprender cómo las emociones humanas se manifiestan en patrones de comportamiento.
Definamos conceptos, unifiquemos el lenguaje:
La palabra temperamento viene del latín temperare —temperatura—. Si lo llevamos a términos coloquiales, sería como decir que hay estímulos que hacen que nuestra mente “se caliente” o “se enfríe” emocionalmente (¿quién no ha escuchado “hay que pensar con cabeza fría”?).
Pero para mí, el temperamento va más allá de una simple reacción de temperatura:
Si no conocemos nuestra propia “temperatura interna”, podemos terminar justificando nuestras reacciones inconscientes.
Frases como:
- “¿Qué más esperaba que hiciera si me provocaron?”
- “Siempre he sido así, no sé hacerlo diferente,”
reflejan esa excusa inconsciente que nos mantiene atrapados.
La temperatura con la que reaccionamos está vinculada a nuestro temperamento DISC, pero su regulación depende de nuestro nivel de autoconocimiento y del carácter que construimos a partir de él.
(Del carácter hablaremos en una próxima entrada.)
¿Qué marca nuestro temperamento?
El temperamento define el talento natural con el que cuenta cada individuo.
Es el que determina respuestas inconscientes, tanto de conexión como de rechazo, ante ciertos tipos de personas o situaciones.
Algunos ejemplos:
- Personas dinámicas conectan más fácilmente con otras dinámicas y rechazan a quienes perciben como lentos.
- Extrovertidos se sienten más cómodos entre extrovertidos y pueden chocar con introvertidos.
- Personas analíticas y metódicas fluyen mejor entre quienes respetan procesos y estructuras, pero se frustran con quienes improvisan.
- Personas pacíficas buscan ambientes neutrales y tienden a alejarse de personas explosivas.
Así, sin darnos cuenta, forjamos una identidad reactiva:
“Así soy yo. Usted verá si me aguanta o no.”
Conocerme no es justificarme
Conocer nuestro temperamento gracias al DISC no sirve de nada si lo usamos como excusa para perpetuar patrones inconscientes.
El autoconocimiento solo agrega valor cuando inicia un camino de autogestión.
Es en ese recorrido donde forjamos el carácter que complementa y potencia nuestro temperamento, permitiéndonos adaptarnos a distintos entornos y desafíos.
El legado de Hipócrates sigue vigente
Hipócrates observaba que cada persona manifestaba la influencia de los cuatro humores —bilis negra, bilis amarilla, sangre y flema— aunque uno de ellos predominara. Ningún ser humano carecía de los otros tres.
De la misma forma, en cada uno de nosotros conviven los cuatro temperamentos del DISC.
Uno puede tener mayor incidencia, pero los otros tres son instrumentos internos disponibles para nuestro balance y evolución.
No hay sabiduría en encerrarse en una sola letra del DISC.
La verdadera transformación surge cuando reconocemos nuestro temperamento dominante y trabajamos en fortalecer conscientemente las demás capacidades latentes.
El temperamento es nuestra zona de confort.
El carácter es el puente que nos permite expandirla.
Para concluir
Conocer tu brújula personal es apenas el primer paso.
Sostener el rumbo, ajustar la temperatura interna y liderar tu propio camino requiere una decisión diaria:
No ser rehén de tu temperamento, sino artesano de tu carácter.
¿Estás listo para transformar tu brújula natural en una guía consciente hacia tu mejor versión?