Tras leer a algunos de los principales referentes actuales en liderazgo, como Simon Sinek, Robin Sharma o Stephen Covey, puedo concluir que existe un principio ineludible:
“Antes de liderar a otros, debes liderarte a ti mismo.”
Con DISC/HOPE considero que he logrado dar ese paso: alcanzar un balance entre la mirada profesional del DISC y una visión humanizada del liderazgo, sin perder de vista el ámbito productivo y profesional.
Para alcanzar un liderazgo verdaderamente humanizado es fundamental reconocer desde dónde surge el observador de cada persona que ejerce algún rol de liderazgo en su vida.
Todos podemos ser grandes líderes
Liderarse a sí mismo es un arte.
Un arte que vincula disciplina, autoobservación constante y la capacidad de autorregularse y hacerse responsable de las propias acciones.
Aprender más allá del paradigma inicial
En mis inicios trabajando con la herramienta DISC, debo confesar que me sujeté al paradigma de mi entrenador, quien enfocaba su mirada en que las personas eran únicamente su temperamento, dejando de lado el desarrollo del carácter.
Honro y bendigo cada conocimiento que recibí en ese momento, porque sentó bases importantes en mi camino.
Sin embargo, el espíritu inquieto que siempre me ha acompañado me llevó a contrastar esas enseñanzas con otras fuentes de conocimiento.
Me dediqué a leer a otros autores, a investigar diferentes perspectivas sobre el comportamiento humano, y, sobre todo, a comprobar en campo cada idea.
Un momento clave en ese proceso fue un experimento que realicé con mis alumnos de liderazgo basado en DISC:
Les pedí aplicar el test DISC a personas de su entorno cercano.
A partir de esa dinámica, y con las respuestas honestas que fuimos recopilando a través de preguntas abiertas, observaciones y conversaciones profundas, comenzamos a construir un acervo de información viva.
Fue en ese espacio práctico, en la escucha activa, en el contraste entre la teoría y la realidad, donde comencé a vislumbrar la necesidad de una evolución: una mirada que reconociera al temperamento como base, pero que también honrara el proceso de construcción consciente del carácter.
Así nació lo que hoy llamo DISC/HOPE:
Una metodología que integra el temperamento como punto de partida, pero que coloca al carácter como camino de crecimiento y al liderazgo interior como destino consciente.
Rompiendo paradigmas del DISC tradicional
Compartiendo algunos de los principales hallazgos:
- No solo aquellos que son D o I lideran.
- No solo los C o los S son quienes saben analizar o sostener tareas rutinarias.
Comencé a ver cómo el entorno incide en la transformación del carácter y cómo las personas usan su temperamento como instrumento de adaptación.
Empecé a observar cómo, sin importar si ocupan roles operativos o directivos, quienes se lideran a sí mismos se proyectan naturalmente hacia cargos con mayores niveles de responsabilidad.
El liderazgo empieza en casa
No hay rol pequeño.
En mi rol como papá, compartido con mi socia de vida, mi esposa, la vida nos ha dado la oportunidad de guiar y acompañar a tres hijos.
Aunque no tuve la dicha de guiar al mayor desde su nacimiento —llegó a mi vida a los 10 años—, con mis dos hijos de sangre he vivido cada etapa desde el inicio.
Cada día trae desafíos marcados por sus temperamentos. Y cada día también trae oportunidades de aprendizaje para nosotros como padres.
Del choque de temperamentos a la autogestión consciente
Uno de mis hijos, con su mirada a veces negativa y su estructura mental extremadamente rígida, suele retarme profundamente.
Hace 20 años, seguramente habría reaccionado de manera impulsiva: gritos, imposición, agresión emocional justificada detrás de su comportamiento.
Hoy, gracias a mi trabajo interno con DISC/HOPE, sé que cada ser humano vive su propio mundo desde su temperamento.
Hoy comprendo que mi hijo necesita fortalecer su carácter, aprender a adaptarse, pero también que yo debo ser el puente, no la barrera.
He aprendido a:
- Escuchar desde su lenguaje, no desde el mío.
- Regular mi emoción antes de intervenir.
- Soltar el control cuando reconozco que otro puede liderar mejor la situación (en este caso, muchas veces mi esposa).
Lo que aprendemos en casa, también debe vivirse en las organizaciones
Así como en casa aprendemos a reconocer talentos, temperamentos y momentos para intervenir o ceder, en los entornos organizacionales debería suceder igual.
Un buen líder:
- Reconoce los talentos naturales de su equipo,
- Sabe exigir con respeto,
- Sabe cuándo delegar,
- Y, sobre todo, sabe cuándo es momento de soltar para permitir que otros también asuman el liderazgo.
Para liderar a otros, debo liderarme a mí primero
Liderarme implica gobernar mi pensamiento, mi emoción y mi acción.
Implica un profundo ejercicio de autoconocimiento para reconocer:
- Mis talentos,
- Mis incapacidades,
- Y mis oportunidades de desarrollo.
Desde esa consciencia, elijo cuándo tomar la batuta… y cuándo cederla.
Liderarme a mí mismo implica conocerme lo suficiente para autogestionarme con humildad, evitando caer en la soberbia de la autoexigencia extrema.
Es ser soberano de mi propio ser, haciéndome responsable de lo que me corresponde primero, antes de pretender imponerme sobre otros.
Es cultivar una paciencia real conmigo mismo, para no proyectar impaciencia hacia los demás.
Liderarme primero es una consecuencia de la autogestión consciente.
Para reflexionar
Una frase que siempre resuena en mí, y que seguramente retomaré más adelante en este blog:
“Mi entorno es una consecuencia de mi comportamiento y actitud.”